sábado, 29 de enero de 2011

El Santo Rosario

 
 
 
EL SANTO ROSARIO ES:


1) Una Corona de Rosas.

“Rosario” significa corona de rosas. La rosa es, dicen algunos, la flor más hermosa y la más explícita en el amor;  la más significativa para regalar a quien se ama. Por su magnificencia, su esplendor, su fragancia, su sinfonía de colores inflamados, la rosa parece estar aspirando siempre a reina de  las flores. Reina de las flores, y flor para las reinas. Una corona de rosas evoca la primavera, la alegría, la juventud, el ardor, el fuego amoroso...

De por ahí le ha debido venir el nombre a esta manera de rezar a la Virgen. Alabanzas, piropos como rosas... Piropear a la Virgen María, repitiéndole  ciento cincuenta veces “su”  oración: el Avemaría. Mientras tanto, revivimos, como si participáramos en ellas, escenas de su vida tal como nos las cuenta el Evangelio o la tradición. Le ofrecemos esas rosas como metidos en esos episodios de la vida de María y de Jesús: ¡ son inseparables!

¿ Qué hacemos,  en el fondo, cuando rezamos el Rosario? Nada menos que decirle a la Virgen diez veces, cincuenta veces, y hasta ciento cincuenta veces: “Te quiero”. Ciento cincuenta rosas para ti, María. Ciento cincuenta piropos para nuestra Madre.

Piropos sí, porque el Avemaría está compuesto de lo más hermoso que un ser humano ha podido jamás oir. Piropos  inspirados por el mismo Dios: el saludo del ángel Gabriel en la Anunciación, algunas palabras de su prima Isabel en la Visitación, y una segunda parte inventada por el cariño de los hijos de la Iglesia.


2) Una Oración con sabor a Eternidad:

La primera parte del Avemaría es, y será ,una oración eterna, siempre conservará un sabor de eternidad: hasta los ángeles pueden decirla y repetirla por los siglos de los siglos. Y cada uno la dice a su propio lenguaje.

Ciento cincuenta veces “Te quiero”. Pero estas ciento cincuenta Avemarías no se rezan de seguido, sino que se reparten de diez en diez, formando lo que llamamos “decenas”, cada una de las cuales va precedida por  el rezo del Padrenuestro , la oración que nos enseñó Jesús, hijo de Dios e hijo de María. Se termina cada una de esas decenas con una alabanza a la santísima Trinidad, el Gloria al Padre..., ya que María está íntimamente relacionada con cada una de las tres personas divinas.

Para cada decena se nos propone la contemplación de  un misterio. Tal vez las palabras “contemplación” y “misterio” nos asusten. Puede parecernos de algo muy elevado y difícil, demasiado “místico” para nosotros.

 No, la palabra contemplación significa sencillamente mirar, echar una mirada con simpatía, con gozo, con
cariño. Es recuerdo amoroso. Como cuando miramos con el corazón, el retrato de una persona amada; como cuando miramos una fotografía que nos recuerdan  “episodio” de nuestra propia vida de la  vida de alguien a quien queremos mucho. Episodio: eso queremos decir con la palabra “misterio”. Episodios de la vida de Jesús y de María. Al contemplar esos misterios, casi sin darnos cuenta, nos sentimos como metidos en ellos. No hacen falta palabras para contemplar, basta “recordar”, es decir, volver a traer al corazón un episodio de la vida de Jesús.

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