sábado, 5 de febrero de 2011

EL PROTESTANTISMO Y LA MARIOLOGIA







EL PROTESTANTISMO Y LA MARIOLOGIA

Por su misión activa y singular en la obra de la Redención, la Virgen María tiene un lugar propio en los tratados de la Teología y, por lo mismo, se justifica el culto y la devoción que la Iglesia le profesa.

La misión privilegiada de María toca uno de los nervios más sensibles del protestantismo y afecta en el centro de sus doctrinas. En efecto, ellos sostienen que sólo Cristo es el único Mediador y el único Redentor -excluyendo de raíz cualquier otro tipo de mediación-; además de negar la libertad del hombre para cooperar positivamente con Dios, de ahí que digan que el hombre se salva por la sóla "fe fiducial" en Jesucristo,- y no admiten el papel que libre y activamente desempeñó María en la obra de su Hijo y, en consecuencia, tampoco admiten la validez de un culto y devoción a Ella. Es aquí donde surgen las principales dificultades teológicas entre protestantes y católicos.

Al decir protestantismo -término genérico que se aplica a las diversas sectas- nos referimos a los protestantes que provienen de Lutero, Zwinglio y Calvino.

Martín Lutero fue un hombre que vivió atormentado por la angustia de su propia salvación. Ese temor le condujo al pesimismo y al error de afirmar que, por el pecado original, el hombre quedó corrompido en su naturaleza y libertad e incapaz de poder merecer para la vida eterna por las buenas obras que pudiera realizar. Por tanto, al ser radicalmente pecador, sólo puede confiar en que Dios "no le impute" -no le tome en cuenta, mire con disimulo- sus pecados y, permaneciendo pecador, pueda salvarse.

Las dificultades de la doctrina protestante respecto a la Teología católica consisten en el rechazo de la enseñanza sobre la justificación cristiana y la corredención mariana.

La Iglesia entiende como justificación "el traslado del estado en el que el hombre nació como hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción entre los hijos de Dios por medio del segundo Adán, Jesucristo, Salvador nuestro" (Conc. de Trento, DZ. 796). Lo anterior supone dos aspectos simultáneos, por el primero se consigue la verdadera remisión de los pecados, por el segundo, la renovación y santificación del hombre interior, por obra de la gracia de Dios (cfr. DZ. 799).

Para Lutero, en cambio, la justificación consiste en el simple encubrimiento de los pecados, fruto de la misericordia divina, pero no en la remisión de los mismos ni en la infusión de la gracia.

Por otra parte, admitir que algo creado o alguna persona humana pudiera tener un influjo positivo en la obra de la Redención, como es el caso de la Virgen María -según el protestantismo--- destruye la exclusividad del único Mediador y Redentor que es Jesucristo. En otras palabras, la existencia misma de la Mariología tiene como fundamento un motivo que el protestantismo jamás podrá aceptar sin negarse a sí mismo.

El Concilio Vaticano II y el magisterio de Juan Pablo II nos presentan a María como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, maternalmente presente y activa en toda la vida y apostolado de la Iglesia: como insustituible componente, por la providencial voluntad del Padre, que nos ha dado por medio de María al Salvador y Fundador de la Iglesia; indisolublemente asociada al Hijo en toda la historia de la salvación (cfr. Const. dogm. Lumen gentium, cap. VIII y Enc. Redemptoris Mater).

Fuente: Caminando con María

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