sábado, 5 de febrero de 2011

LA TEOLOGÍA Y LA VIRGEN MARÍA







LA TEOLOGÍA Y LA VIRGEN MARÍA

Si la Teología trata de Dios y su mensaje de salvación, ¿por qué se ocupa de María? Para responder adecuadamente es útil descartar primero algunas respuestas insuficientes:

a) No basta decir, simplemente, que la Teología se ocupa de María porque de Ella habla la Sagrada Escritura.

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se habla de muchos personajes: Abraham, Moisés, el rey David, San Pedro y San Pablo, etc. y, sin embargo, sólo de Cristo hay una Cristología por la sencilla razón de ser verdadero Dios y verdadero Hombre: sólo Él constituye el centro del estudio teológico. La razón antes mencionada sobre María, sólo justificaría una biografía de Ella o, en su caso, de Abraham, o de San Pedro, etc., pero no una Teología sobre ellos.

b) Tampoco justificaría un estudio teológico sobre María la consideración de los "privilegios personales" que Ella ha recibido, si los consideramos sólo desde el punto de vista de ,"dones personales", que son importantísimos para Ella, pero lo serían menos para nosotros. Esa razón -los privilegios- a lo más serviría para hacer una maravillosa hagiografía (es decir, el estudio descriptivo de la vida de los santos, por las gracias recibidas de Dios y su correspondencia a ellos), pero no una Teología mariana.

¿Cuál es, entonces, la razón válida para que la teología se ocupe de María?
La razón válida proviene de la siguiente consideración. Si la Teología, como hemos dicho, se ocupa de Dios y su obra de salvación, María entra de lleno en la Teología, consecuentemente, como objeto de ella -no podría ser de otra manera- en cuanto que tuvo un papel positivo en la obra de la salvación; y, éste, por voluntad expresa y positiva de Dios.

En otras palabras: el fundamento teológico del estudio sobre María radica en su divina maternidad y, de ella, en la asociación íntima y activa que tuvo en la realización de los planes divinos, por medio de su único Hijo, en orden a la salvación de los hombres.

Con razón los santos Padres estimaron que María no fue un simple instrumento pasivo, sino que cooperó de manera activa a la salvación humana por medio de su fe y libre obediencia.

En resumen, la razón última de una teología sobre María radica en el modo como quiso Dios que se llevara a cabo la Redención. Ella estuvo asociada a su Hijo, el Redentor, de tal manera que juntamente con El quebrantó la cabeza a la serpiente infernal, obteniendo así un señalado triunfo.

La respuesta de María al ángel: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1,38), nos da la clave para poder constatar que María está en el corazón mismo del misterio de Cristo y su Obra; y, sobre todo, no porque Ella se haya colocado ahí usurpando ese sitio, sino puesta por Dios mismo. De ahí las palabras suyas "según tu palabra", que son la respuesta a los planes de Dios. Dios quiere contar con Ella, precisamente, como Madre de su Hijo, el Redentor, y que Ella misma sea Corredentora. Así lo anunció a nuestros primeros Padres -Adán y Eva- (cfr. Gén 3 15) luego a los Profetas (cfr. Is. 7,14).

Al aceptar María su divina maternidad y formarse Jesús en su seno, no sólo se está formando el Jesús hecho hombre, Jesús histórico que vivió en Palestina hace dos mil años, sino también la cabeza de un gran Cuerpo místico; ha comenzado a constituirse un gran organismo que es el "Cristo místico" que será la Iglesia. María, por tanto, interviene de modo activo en la obra de la redención y, por ello, es pieza clave de la historia de la salvación (cfr. Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, nn.60- 62).

Si bien, antes se dijo que no era suficiente que la Sagrada Escritura hablara de María y tampoco bastaba la consideración de sus "privilegios personales" para justificar un estudio teológico sobre Ella, ahora, una vez asegurado su papel activo en la obra de la Redención, Ella es objeto de la Teología porque así lo enseña la Revelación -como atestiguan las fuentes- ocupando el lugar que le corresponde y teniendo como centro a Cristo, Mediador y Redentor.

Fuente: Caminando con María

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